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Lectura crítica de VídeoMatch (Televisión Argentina) (página 2)



Partes: 1, 2

Fue una fiesta completa: no todos los días
consigue uno seres de piel oscura,
venidos de cualquier lado, dueños de un idioma
desconocido, para descargar en ellos el racismo
corriente. Todo bien: no le pasó nada al delfín,
porque el oscuro visitante no estaba en celo, la rabieta de la
joda fue compensada por mercancías y hasta pusieron
música
de percusión para que el otro compañero siguiera
un poco el ritmo con su cuerpo.

Es sabido: el circo no tiene historia. Cuando uno va a
ver a los payasos, éstos no se sacan la máscara o
se quitan las pinturas para hablarnos de sus vidas y de sus
alegrías o sufrimientos. Están ahí en ese
momento, nos hacen reír y a otra cosa. Por eso, es un
total contrasentido pedirle a un programa como
Videomatch que se ponga a explicar, como lo hice al principio
de esta nota, algo de Senegal y de por qué los dos
ciudadanos senegaleses han terminado viviendo en Buenos Aires.
El supremo animador está ahí para divertirnos a
cualquier precio, lo
demás, historias, humillaciones vividas a lo largo de la
existencia, esfuerzo de adaptarse a una nueva ciudad, a una
nueva sociedad, no
cuentan para nada, servirían, en todo caso, como
distractores y en el circo no hay tiempo que
perder.

Me preocupa, me indigna, el "a cualquier precio".
Alguien podría decir: "No es para tanto, casi seguro que todo
estuvo arreglado desde el principio, además, si son
migrantes, gracias a la broma han salido ganando bastante, fue
solo una picardía…" Pero nada de esto, ni las risas
grabadas, pueden ocultar las muestras de racismo nacidas de la
espontaneidad del actor y de la alegría y los gestos del
gran animador. Resuenan en ellas la situación vivida por
una mujer que
hace unos meses fue demorada en el aeropuerto de Ezeiza, porque
con esa piel "no podía ser argentina", o las denuncias
recientes sobre los jóvenes detenidos en la calle por
"negritos", con todas las connotaciones que esto tiene.
Habría que recoger historias menos divertidas de
compatriotas en el exterior, para recordar lo que significa ser
objeto de alguno de los "ismos" en relación con la
nacionalidad
o la raza.

Retomo lo de "fue solo una picardía". Vale la
pena traer aquí versos del Martín
Fierro:

Nace el hombre
con la astucia
Que ha de servirle de guía
Sin ella sucumbiría,
Pero sigún mi esperiencia
Se vuelve en unos prudencia
Y en los otros picardía.

Los pícaros coparon buena parte de la escena
política
y buena parte del escenario mediático de nuestro
país. Anhelamos la continuidad de su retirada de la
primera. De los medios
será difícil sacarlos, se han legitimado largo
tiempo, tienen a su favor la historia del rating y las
reacciones ante cualquier resurrección del fantasma de
la censura. Habrá que añadir a esto la necesidad
de la gente de reírse, de salir del drama cotidiano
gracias a estos circos. Pero nos cabe la tarea, desde el trabajo
intelectual, desde la universidad,
de alzar la voz ante los excesos. La astucia y la
picardía tienen límites.
Uno de ellos es el racismo.

Reflexiones sobre la
inocencia del mensajero


"Con lo que me hicieron en ese programa
empezó la crisis de mi
gobierno".

Las palabras fueron pronunciadas el 17 de este
diciembre de 2003 por el ex presidente argentino Fernando de la
Rúa, en referencia a lo que le sucedió en el
programa televisivo Videomatch, de diciembre de 2000.
Afirmó que en esa oportunidad lo trataron con
"deslealtad" y que desde entonces "la gente empezó a ver
más cercana a la verdad esa imagen de mofa
que la que le daba la realidad". Explicó que le dieron
un nombre equivocado de la esposa del conductor –Marcelo
Tinelli- (Laura por Paula) y que le armaron una salida falsa
para ridiculizarlo: "El conductor no cortó la escena ni
me acompañó.

Prepararon la escena y me empujaron a salir por otro
sitio. Usaron la imagen repetidamente para descalificarme".
Más tarde, en declaraciones al diario Clarín,
agregó: "el tema no es el ex presidente con Tinelli,
sino el rol de los medios de
comunicación. Yo sentí el resentimiento de mi
autoridad".

Las declaraciones dieron lugar a una verdadera fiesta
para el conductor. Esa misma noche respondió al inicio
de su programa, alentado por su coro de bufones con frases como
"La culpa es tuya", "Vos quemaste a Sadam", "Vos hiciste el
corralito", "Vos hiciste el impuestazo". En tanto, el
ídolo mostraba la edición de un diario vespertino con
títulos catástrofe: "Joda de Tinelli tiró
a de la Rúa".

Entonces comenzó la fiesta: con un "voy a
confesar", el conductor soltó lo siguiente: "yo
pedí que le informaran falsamente el nombre de mi
esposa, yo fui el que le pedí que confundiera mi
programa con Telenoche y me felicitara por eso; yo pedí
que corrieran la pared medianera del edificio para que no
pudiera salir ("macho", comentario de uno de los bufones entre
risas); es hora de sincerarse, soy el responsable; fui yo el
que le dijo lo del impuestazo, le dije a Chacho (Alvarez)
renunciá y Chacho renunció; yo hice que
renunciaran los ministros, que le otorgaran poderes a Cavallo;
le pedí que bajaran el 13 por ciento a los jubilados
para hacerle una broma a mi suegro; yo fui el que hizo que el
riesgo
país se fuera a 1300 ("sos grosso", palabras de otro
cortesano); yo le dije que decretara el estado de
sitio; yo compré tres millones de ollas y sartenes y
organicé el cacerolazo;
yo di la orden de reprimir; yo le conseguí un
helicóptero para que se fuera…" Y el cierre:
"Fernando, llamame mañana y te digo qué hacer con
las coimas; y la pastilla de esta noche, no confundás la
amarilla con la roja". La euforia estalló con estas
palabras y el conductor pasó a su rutina.

Pero ese no fue el final. A continuación del
programa, en el noticiero del canal Telefé se
volvió sobre el enfrentamiento. La locutora habló
de las declaraciones de de la Rúa y de las reacciones
del destacado conductor de ese mismo canal. Y terminó
diciendo que el ex presidente fue al programa por su voluntad,
como lo hicieron y lo siguen haciendo muchos políticos,
para cerrar con las siguientes palabras: "otra vez se busca
matar al mensajero".

Que el ex mandatario fue al programa por su voluntad
no cabe duda, pero tampoco cabe dudar sobre la pésima
asesoría que tuvo para hacerlo; las andanzas del
grupo Sushie
(sus hijos con algunos amigos) dejaron más de una huella
en aquellos años. 

Corresponde detenernos en lo que resuena de fondo en
estos cruces. De la Rúa se inscribió con sus
quejas en una tradición de por lo menos un siglo,
expresada con toda claridad a comienzos de la Primera Guerra
Mundial: la causa de ese horror fue, según creencia
por demás difundida en aquellos años, la prensa: el
hecho de dar a conocer el asesinato del archiduque Francisco
Fernando en Sarajevo provocó, artículos van y
artículos vienen, esa marejada de muertes. El segundo
gran hito de tal mirada lo dio la propaganda
nazi. Un país entero cambiado por la voz de un sujeto y
la de su coro de agitadores. Las masas fascinadas iban hacia
donde ellos querían y la consecuencia fue la Segunda
Guerra Mundial. (Pocos escucharon las palabras de alguien
que advirtió sobre el equívoco; me refiero a
Wilhem Reich, quien publicó en 1932 su obra Psicoanálisis de las masas del fascismo, para
explicar que si el discurso de
Hitler y sus
secuaces tenía ese éxito
era porque los sectores medios alemanes lo hacían
posible, a causa del autoritarismo en sus relaciones
cotidianas…) Luego vino la avalancha de éxitos de
la publicidad:
otra vez las masas fascinadas, ahora por las mercancías.
Llegamos así a los últimos veinte años del
siglo pasado, cuando comenzaron a generalizarse las dudas sobre
esa mirada tan estrecha; hoy no es sencillo insistir en el todo
poder de los
medios. La condición de posibilidad de su influencia
está en la vida de la gente, en lo que la gente ya es.
Eso, sin dejar de reconocer un círculo cada vez
más estrecho de influencias.¿Exime de toda
responsabilidad tal comprobación a los
artífices cotidianos de la cultura
mediática? Esa fue la tesis que
disparó la locutora del programa periodístico:
otra vez se intenta matar al mensajero. Por lo tanto, el
mensajero, todo mensajero, es inocente.

La expresión utilizada por Telefé
Noticias
tiene varios siglos. Alude a la reacción de algún
déspota frente a las malas noticias. Imaginemos a un
soldado enviado desde el campo de batalla, su carrera
desesperada para informar al gobernante y la reacción
terrible de éste frente a un pobre ser que solo ha
cumplido con su deber. Si se realiza una búsqueda en
Internet, es
posible encontrar más de mil sitios de páginas en
español, en los cuales aparece la frase
aplicada a distintas situaciones: el asesinato de periodistas
en buena parte de los países latinoamericanos, el
recuerdo de figuras fundamentales de la prensa en la Argentina
matadas por la última dictadura,
el intento de controlar los medios por parte de los equipos
fieles a Bush, la represión a la prensa en
regímenes capaces de reprimirlo
todo…¿Qué relación tienen esos
mensajeros con el programa y la figura de Marcelo Tinelli? Me
resulta un exabrupto aplicar la expresión a alguien que
poco ha aportado a una reflexión sobre los horrores
vividos por el país a lo largo de los años 90: el
desfonde económico, la farandulización de la
política, el cinismo cotidiano, la corrupción sin márgenes, el
empobrecimiento de más de la mitad de la población

Nadie le pide al circo que se ponga reflexivo y cambie
de estilo. Pero tampoco es válido asumir la actitud de
inocente mensajero atacado. Que de la Rúa se equivoca al
transferir sus problemas a
un espectáculo circense, no quiere decir que no se lo
haya manipulado y no se haya sostenido la burla por semanas y
semanas. A la vez tiene razón el conductor: ni él
ni Videomatch tomaron las medidas con las que nos bendijo el
gobierno de la denominada Alianza. Pero de allí a su
inocencia, a su total prescindencia de los hechos
políticos vividos a partir de los años 90, hay un
paso que no podemos aceptar. El conductor y su programa fueron
totalmente coherentes con ese modelo de
vida que emponzoñó las relaciones sociales, sobre
la base del todo-vale y de-todo-me-puedo-reír. El
inocente mensajero-empresario
tuvo sus predilectos políticos y contribuyó a
crear una atmósfera de irrealidad, una
invitación a la joda mientras el país era
quebrado moral y
económicamente, en ese orden.
Corresponde revisar los conceptos y la aplicación de los
mismos: hay mensajeros y mensajeros, no es bueno para la
comprensión de nuestra sociedad igualarlos a todos en la
fiesta de la cultura mediática.

    Daniel Prieto Castillo,

    argentino, especialista en comunicación social.

    Revista Chasqui
    Centro Internacional de Estudios Superiores de
    Comunicación para

    América Latina (CIESPAL)
         

    Weblog:

    Web:
    www.chasqui.comunica.org

    Web institucional: www.ciespal.net

    Quito
    ECUADOR

    Partes: 1, 2
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